La cultura laboral en Japón dificulta a muchos trabajadores dejar sus empleos, al punto de que contratan agencias especializadas para presentar su renuncia. La presión social y el temor a la reacción de los jefes hacen que renunciar sea visto como una falta de respeto en el entorno laboral japonés. Empresas como Momuri y Exit han surgido para ayudar a los trabajadores a superar estas barreras, ofreciendo servicios que incluyen la presentación de dimisiones y negociaciones con empleadores. Los costos de estos servicios rondan los 150 dólares y son cada vez más populares entre los jóvenes que desean priorizar su salud mental frente a la exigente y a menudo inflexible cultura laboral. La pandemia y la agitación socioeconómica han llevado a una reevaluación de las prioridades laborales, impulsando a más personas a buscar ayuda externa para dejar sus trabajos sin confrontaciones.