En 2007, Steve Jobs presentó el iPhone pese a no tener los derechos del nombre, que pertenecía a Cisco. Durante dos años, Apple intentó negociarlos sin éxito. Cisco había lanzado su propio iPhone en 2006, basado en tecnología VoIP y con funciones básicas de internet, pero sin la innovación del dispositivo de Apple.
Jobs consideraba «iPhone» vital para la estrategia de marca de Apple, alineada con productos como iPod e iMac. Decidió lanzar el dispositivo sin los derechos, confiando en que el impacto público haría caer la posición de Cisco. Y así fue: tras la presentación, Cisco demandó a Apple, pero el mundo ya asociaba «iPhone» con Apple.
Ambas compañías llegaron a un acuerdo en el que compartían la licencia del nombre. Aunque los detalles financieros no se hicieron públicos, con los ingresos generados por el iPhone, cualquier coste habría sido mínimo. Apple repitió la estrategia en 2010 con «iOS», otro nombre que debía negociar con Cisco.
Esta audacia es característica de Apple, que ha logrado transformar sus productos en iconos culturales, demostrando que, a veces, la percepción pública supera a un simple registro de marca.