La reducción de la semana laboral a cuatro días no solo ha demostrado mejorar la productividad, sino que también aborda problemas laborales y sociales significativos. En países como Alemania, donde se ha probado esta jornada, se han observado beneficios en la salud y el bienestar de los trabajadores. Los participantes en estos estudios experimentaron mejoras en el sueño, con un promedio de 38 minutos adicionales de descanso por semana, y aumentaron su actividad física en 25 minutos. Además, un análisis del cortisol, hormona relacionada con el estrés, mostró una reducción significativa, indicando menores niveles de estrés.
El caso de China refleja cómo jornadas laborales extensas, como el modelo 996, afectan negativamente al bienestar y al crecimiento económico local. La falta de tiempo libre impide que las personas participen en actividades de ocio, afectando al consumo y, por ende, a la economía. En España, aunque no se han alcanzado acuerdos para reducir la jornada a 37,5 horas, la idea de una semana laboral de cuatro días sigue ganando adeptos, mostrando ventajas en la retención de talento y la disminución de bajas laborales por enfermedades.
Estudios previos también sugieren que el teletrabajo y más tiempo libre contribuyen a la estabilidad económica, permitiendo que las personas participen más en actividades culturales y recreativas. Esta tendencia refleja que una reducción en las horas laborales no solo beneficia a las empresas, sino que también mejora la calidad de vida de los trabajadores, fomentando una sociedad más saludable y equilibrada.
En resumen, la adopción de una semana laboral de cuatro días ofrece una solución prometedora para mejorar la salud general de los empleados y su satisfacción, al tiempo que contribuye a una economía más dinámica y resistente.