Irán ha cambiado su estrategia de respuesta a las agresiones de Israel y EE.UU., optando por ciberataques en lugar de acciones militares tradicionales. Tras los recientes bombardeos a instalaciones nucleares, grupos de hackers iraníes han lanzado ataques cibernéticos contra bancos, empresas petroleras y contratistas de defensa estadounidenses. Estos ataques, centrados en técnicas de denegación de servicio (DDoS), buscan generar caos e incertidumbre sin dañar infraestructuras críticas.
La dependencia de EE.UU. de sistemas digitales lo convierte en un blanco vulnerable. Recortes en ciberseguridad durante la administración Trump han dejado a agencias como la CISA en desventaja frente a estas amenazas. Además del sabotaje, Irán también ha mostrado interés en el ciberespionaje, intentando espiar a líderes políticos de EE.UU. e infiltrarse en la campaña de Donald Trump.
Grupos de hackers proiraníes, como ‘Mysterious Team’, continúan sus acciones de forma autónoma, sumando a otros ciberactivistas a una guerra descentralizada. Más de 60 grupos de este tipo han sido identificados, y su carácter no estatal dificulta su rastreo y neutralización.
Los ciberataques no solo buscan sabotear económicamente, sino también generar miedo y desinformación. En 2023, un ataque simulado a Israel causó pánico al enviar una falsa alerta de ataque nuclear. Esta nueva carrera armamentística digital está siendo observada por países como Rusia, China y Corea del Norte, que podrían reforzar sus propias estrategias inspirándose en Irán.