En 2008, Apple lanzó MobileMe, un servicio de sincronización que prometía revolucionar la gestión de emails, contactos y calendarios. Sin embargo, resultó ser un desastre desde el principio debido a fallos técnicos y sobrecarga de servidores. El lanzamiento fue tan problemático que Steve Jobs envió un comunicado asumiendo la responsabilidad y prometiendo mejoras. Parecía una disculpa perfecta y sincera, pero la realidad interna fue distinta.
Al día siguiente, en una reunión con el equipo de MobileMe, Jobs mostró su lado más severo al criticar duramente a sus empleados. Les acusó de haber dañado la reputación de Apple y despidió públicamente al responsable del proyecto, nombrando a Eddy Cue como nuevo encargado. Esta humillación pública evidenció la cara menos diplomática de Jobs, cuyo estilo de liderazgo era conocido por su exigencia extrema.
MobileMe nunca se recuperó del golpe inicial y fue reemplazado en 2012 por iCloud, un servicio que finalmente cumplió las promesas originales. La experiencia con MobileMe enseñó a Apple que los servicios online debían funcionar perfectamente desde el inicio, una lección crucial que contribuyó al éxito de iCloud.
El episodio reflejó la dualidad en el liderazgo de Jobs: un comunicador hábil y un jefe implacable que no toleraba el fracaso, pero cuya presión constante, a menudo extrema, buscaba la excelencia en los productos de Apple.
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