Una residente de Houston, Brandy Deason, decidió investigar el destino real de los residuos reciclables en su ciudad utilizando los dispositivos de localización AirTag de Apple. Deason colocó varios de estos dispositivos en bolsas de plástico destinadas al reciclaje para seguir su recorrido. Aunque algunos AirTag llegaron a plantas de reciclaje aprobadas, la mayoría terminaron en las instalaciones de Wright Waste Management, una empresa no autorizada para manejar plásticos y con un historial de incumplimientos de seguridad.
La investigación de Deason reveló que Wright Waste Management había estado almacenando ilegalmente plásticos y no los reciclaba adecuadamente, destruyendo el material en lugar de reutilizarlo. Este hallazgo condujo a la admisión de Mark Wilfalk, responsable de residuos de la empresa, quien reconoció que en dos años se habían gestionado incorrectamente 250 toneladas de plástico. Este escándalo resultó en el cese de Wilfalk y posibles sanciones para la empresa por la gestión inadecuada de los residuos.
El uso de AirTags por parte de Deason no solo expuso prácticas ilegales en la gestión de residuos, sino que también planteó preocupaciones sobre el cumplimiento de las normativas de reciclaje, demostrando que la tecnología puede ser un aliado inesperado en la vigilancia ciudadana.
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