El Gobierno de Estados Unidos ha adquirido un 10% de participación en Intel, marcando un hito como la primera intervención directa en una empresa privada desde el rescate de la industria automovilística en 2008. Esta decisión surge en un contexto donde Intel ha perdido terreno frente a competidores como Nvidia en el mercado de semiconductores, crucial para la inteligencia artificial.
La inversión, que asciende a 8.900 millones de dólares, se suma a los 2.200 millones ya invertidos bajo el programa CHIPS and Science Act de 2022. Este acuerdo con el Gobierno de Trump busca fortalecer la posición de EEUU en tecnología y manufactura de semiconductores, área en la que Intel es un actor clave.
Sin embargo, la intervención ha generado críticas por el posible favoritismo hacia Intel, lo que podría afectar la competencia en el sector. Además, el CEO de Intel, Lip-Bu Tan, ha estado bajo escrutinio por sus vínculos pasados con empresas chinas, lo que ha provocado tensiones con la administración Trump.
A pesar de estas controversias, el Gobierno estadounidense ha asegurado que su participación no implica control operativo sobre Intel. No obstante, la intervención estatal en una empresa de este calibre sigue siendo un movimiento inusual en la política económica de Estados Unidos.