Un desarrollador web relata cómo la integración de la IA en su trabajo, inicialmente percibida como un «superpoder», acabó por disminuir su eficacia y competencia. Aunque la IA aumentó la productividad, su uso excesivo condujo a una dependencia que erosionó su capacidad para auditar y mejorar código por sí mismo. La ilusión de rapidez y eficiencia se desvaneció al revelar problemas de seguridad y calidad en el código generado. El desarrollador advierte que el verdadero peligro de la IA no es su potencial para reemplazar a humanos, sino la posibilidad de que, al confiar demasiado en ella, los profesionales se tornen irrelevantes por falta de destreza y criterio. Recomienda usar la IA para tareas específicas, pero manteniendo el control sobre el diseño y decisiones críticas, y limitando su uso para evitar quedar atrapado en una espiral improductiva. La experiencia subraya la importancia de preservar el «mapa mental» del proyecto para asegurar un desarrollo seguro y eficiente.