La ciberseguridad espacial ha emergido como una preocupación crítica en el siglo XXI, superando las antiguas amenazas físicas como los misiles antisatélite. Los ciberataques ofrecen una alternativa más barata y discreta, permitiendo a actores modestos, incluso con conocimientos limitados, comprometer satélites a través de vulnerabilidades en software y hardware. Herramientas como Yamcs y OpenC3 Cosmos, utilizadas por importantes agencias y empresas, han demostrado tener fallos críticos que pueden ser explotados para alterar órbitas o bloquear operaciones. Además, las bibliotecas de cifrado, fundamentales para la seguridad de las comunicaciones satelitales, también presentan vulnerabilidades que pueden ser aprovechadas por atacantes para descifrar o falsificar comandos.
Estos riesgos no son hipotéticos. En 2022, un ataque a la red KA-SAT de Viasat, vinculado a Rusia, interrumpió comunicaciones clave en Ucrania y Europa justo antes de la invasión rusa, marcando un precedente en la ciberseguridad espacial. En 2024, la operación «Salt Typhoon», atribuida a China, infiltró redes de telecomunicaciones en EE.UU., demostrando la creciente sofisticación de las amenazas cibernéticas.
Los ataques cibernéticos a satélites evidencian la interconexión crítica de infraestructuras civiles y militares, la accesibilidad de tecnologías de ataque y la dificultad para atribuir responsabilidades. La protección de estos activos espaciales es esencial, dado su impacto en comunicaciones globales, GPS, observación meteorológica y gestión de infraestructuras críticas.