
Un empleado irlandés fue despedido tras desahogarse con Recursos Humanos sobre sus frustraciones laborales mientras estaba de baja por estrés. Durante una llamada del jefe de personal, el trabajador compartió sus quejas, las cuales fueron grabadas sin su consentimiento. La grabación fue presentada al director general, quien decidió el despido por considerar las declaraciones como falta grave.
El empleado, que llevaba ocho años en la empresa y ganaba casi 60.000 euros anuales, denunció el despido argumentando que la conversación debía ser confidencial. Sin embargo, la empresa justificó la decisión alegando que el contenido de la conversación hacía irrecuperable la relación laboral.
El tribunal falló a favor del trabajador, otorgándole una indemnización de 10.000 euros. No obstante, el empleado sufrió una pérdida de ingresos significativa durante las 14 semanas que transcurrieron entre el despido y la audiencia, ya que no buscó otro empleo mientras esperaba el resultado del juicio.
El juez criticó a la empresa por no permitir al trabajador responder a las acusaciones antes de tomar la decisión de despedirlo, y por no darle la oportunidad de participar en la investigación o en la audiencia disciplinaria. El caso resalta la importancia de respetar la confidencialidad y el debido proceso en situaciones laborales delicadas.