Durante años, Tor se ha promocionado como una herramienta esencial para la privacidad online. Sin embargo, la confianza en su seguridad no es unánime. Tor fue desarrollado con financiación del gobierno de EE.UU., específicamente para encubrir las actividades online de sus agentes de inteligencia. Para proteger a estos agentes, se necesitaba que más personas usaran Tor, convirtiendo a los usuarios en un «ruido» que ocultase las verdaderas operaciones.
Aunque Tor pretende anonimizar el tráfico, investigaciones han demostrado que su seguridad puede ser comprometida. La NSA ha trabajado desde 2006 en métodos para desenmascarar usuarios, y el FBI ha contratado a universidades para romper su anonimato por sumas modestas. Además, Tor solo protege el tráfico dentro de su navegador; otros archivos pueden revelar la IP real.
El financiamiento de Tor sigue dependiendo en gran medida del gobierno de EE.UU., lo que plantea dudas sobre su independencia. Sus desarrolladores también han mantenido comunicación con agencias gubernamentales, discutiendo vulnerabilidades antes de hacerlas públicas.
La red de Tor se basa en nodos voluntarios, lo que permite que actores maliciosos o gobiernos instalen nodos y espíen el tráfico. Casos como el del hacker Dan Egerstad, que obtuvo información sensible a través de nodos Tor, ilustran estos riesgos.
Las VPNs, aunque no perfectas, ofrecen ciertas ventajas sobre Tor, como un cifrado más amplio y mayor variedad de proveedores. Usar Tor junto con VPNs puede mejorar la privacidad, aunque sigue sin ser una solución infalible. La percepción de Tor como un baluarte de la privacidad se enfrenta a serias críticas, y su utilidad como herramienta de anonimato está en cuestión.
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