Una pareja de ancianos de Kuala Lumpur, Malasia, recorrió más de 350 kilómetros para visitar una atracción turística llamada Kuak Skyride, un teleférico panorámico que resultó ser inexistente. La confusión se originó por un vídeo en redes sociales creado con inteligencia artificial, específicamente con la herramienta Veo3 de Google, que presentaba el lugar como real.
Convencidos por la autenticidad del vídeo, la pareja reservó un hotel y viajó hasta el pueblo de Kuak Hulu, en el estado malayo de Perak. Al llegar, se encontraron con la sorpresa de que el teleférico no existía, y el personal del hotel pensaba que se trataba de una broma. La anciana incluso consideró demandar a la periodista del reportaje, hasta que le explicaron que también era un personaje ficticio generado por IA.
El incidente ha desatado críticas en redes sociales, donde muchos cuestionan cómo pudieron ser engañados. Sin embargo, la situación plantea un problema más amplio: la facilidad con la que el contenido generado por IA puede confundirse con la realidad, especialmente para personas mayores o no familiarizadas con estas tecnologías.
Según la firma de seguridad digital Signicat, los fraudes mediante deepfakes han aumentado un 2.137% en los últimos tres años. Aunque el caso de los ancianos malayos no supuso pérdidas económicas considerables, refleja cómo la percepción del mundo real está siendo distorsionada por la tecnología.
El fenómeno del ‘turismo deepfake’ se suma a la ‘instagramificación’ de los viajes, donde la estética prima sobre el valor cultural. Para evitar ser víctimas de estas trampas, se recomienda verificar la autenticidad de los vídeos turísticos en fuentes oficiales, observar señales digitales como marcas de agua o logos de herramientas de IA, y no confiar ciegamente en redes sociales como fuente única de información.
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