Microsoft presentó Windows 11 con grandes expectativas visuales, prometiendo un sistema con una interfaz de usuario unificada y un diseño estético revolucionario basado en transparencias similares a los conceptos de Fluent Design. Sin embargo, cuatro años después, el sistema operativo ha decepcionado a algunos usuarios que esperaban una transformación más significativa respecto a Windows 10.
El vídeo de presentación de Windows 11 mostraba elementos del sistema formándose en cristal, sugiriendo una profundidad visual que finalmente no se materializó en la práctica. Aunque el sistema introdujo algunas transparencias, estas no alcanzaron la calidad visual prometida, siendo más opacas y faltas de la profundidad y claridad anunciadas.
En particular, el menú de Inicio y los iconos de la barra de tareas, presentados inicialmente con un diseño translúcido y tridimensional, resultaron ser más planos y simples en el producto final. Además, la configuración del sistema no muestra el nivel de transparencia esperado, manteniéndose en un estado más opaco que lo prometido.
El análisis sugiere que, a pesar de los avances respecto a Windows 10, Windows 11 no cumplió con las expectativas de una renovación estética profunda. En lugar de una transformación visual completa, los cambios más evidentes se han limitado al rediseño de aplicaciones individuales. Esto ha llevado a críticas sobre la falta de evolución desde las primeras versiones del sistema, y muchos usuarios lamentan la ejecución limitada de las ideas prometedoras de Microsoft.
La crítica se centra más en las diferencias con Windows 10 que en las expectativas incumplidas de su presentación inicial. La comparación con Apple, que logró rediseños en menos tiempo, subraya la frustración con la falta de innovación estética de Microsoft. En resumen, Windows 11 sigue sin ofrecer la experiencia visual que se anticipaba, y muchos esperan que futuras actualizaciones o versiones cumplan finalmente con la visión prometida.