
La inteligencia artificial Grok se ha instaurado en X, la antigua Twitter, como un supuesto árbitro de la verdad. Usuarios le preguntan sobre la autenticidad de publicaciones sin contrastar fuentes por sí mismos. Grok promete respuestas ingeniosas y sin sesgo, pero estudios como el del Digital Forensic Research Lab revelan sus fallos, como verificar vídeos generados por IA o identificar cuentas oficiales. A veces ofrece respuestas contradictorias, lo que suscita dudas sobre su fiabilidad.
El problema principal no es solo la IA, sino la comodidad del usuario que prefiere validar información rápidamente en lugar de investigar. Esta actitud debilita el pensamiento crítico, delegando en un algoritmo imperfecto la capacidad de discernir la verdad. Grok, al basarse en la conversación de X, podría perpetuar narrativas falsas si estas se repiten lo suficiente. Es crucial fomentar un juicio crítico y no depender únicamente de respuestas automatizadas en un mundo saturado de información.